- FOLLETOS LENGUARACES -
VICENTE ROSSI
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RIO DE LA PLATA
- FOLLETOS LENGUARACES -
VICENTE , ROSSI
V
ETI MOLOJ I OMAN ÍA
SOBRE EL VOCABLO
«GÁUCHO»
RIO DE LA PLATA
1927
CASA EDITORA
I
i
IMPRENTA ARGENTINA
DEAN FUNES 152
CÓRDOBA
I
j
De vez en cuando algunos folletos y artículos pe-
riodísticos, traían entre nosotros cuestiones filolójicas
nacionales rioplatenses.
Suelen firmar esas publicaciones personas militantes
en el gremio de las letras, por eso entrañan un peligro,
que los Folletos Lenguaraces pretenden conjurar dejando
constancia de los errores que se cometen.
No es fácil acertar en lo que se diga sobre nuestro
léxico popular si no se le conoce debidamente, y mucho
menos si no se conoce al pueblo.
Probablemente sorprenderá el nacionalismo de estos
Folletos, ( su peor recomendación ), que resulta raro y
hasta ridículo ante el imperante servilismo idiomático y
la indiferencia por lo propio, que hoy caracterizan nues-
tras clases dirijentes, con grave perjuicio de la salud
cívica del pueblo.
Hay siempre pajinas en blanco para los que deseen
colaborar en la obra, que puede no ser estéril esta mo-
desta contribución filolójica, apesar de su especial de-
dicación a reparo y fomento del lenguaje nacional de
arjentinos y uruguayos.
LA VERSION DEL SK. LEHMANN NISTCHE
Es un caso histórico - filolójico de los mas
curiosos. Han colaborado gran número de inte-
resados, todos en desacuerdo entre sí. Como si
esto no fuera suficiente, un diario porteño orga-
nizó una encuesta en la que 25 o 30 escritores
y diletantis, dejaron constancia de otras 25 o 30
versiones mas sobre nuestro manoseado procer
indíjena.
Fácil es decir, difícil evidenciar, y todos se
lian limitado a lo primero.
El orijen guaraní -charrúa del Gáucho que,
suficientemente razonado, figura en la monogra-
fía que sobre él publicamos, se ha templado y
adamasquinado en ese fraguar de voces nativas
y extrañas. En la reedición que preparamos se
verán los resultados que consagran esa hipótesis.
La versión filolójica del Sr. Lehmann Nits-
che, aparecida en un suplemento dominguero de
«La Prensa», es singular y no queremos silen-
ciarlo.
Este escritor trata nuestras cosas por de-
ducciones derivadas de la lectura, sin selección,
de lo que sobre ellas se ha publicado, y tal ase-
soría suele chasquear con frecuencia. Esta vez
se orienta en publicaciones exóticas, de autores
— 6 —
que quizá no nos conocen ni jeográficamente, y
el resultado, como se verá, es desconcertante.
Su primer error, y el de todos los que nos
hacen aplicaciones filolójicas, radica en suponer
que hay « iberismo » precursor. Por sobre esa
rutinaria quimera gravita la realidad « indíje-
na » y « negro - africana », por mucho que la ca-
llen y disimulen.
Tomaremos la versión del Sr. Lehmann, en
la parte donde se sorprende de que el vocablo
« gaucho » circule profusamente en Rio Grande
del Sud (Brasil). Nada mas explicable: siendo
el Gaucho orijinario de la tribu Charrúa, pobla-
dora del Uruguay, desde su aparición desarrolló
su epopeya en ese territorio y sus vecindades :
Corrientes, Entre Ríos y el Sud brasilero, todas
rejiones pertenecientes a la grande y noble na-
ción Guaraní. Consignamos esto en nuestra mo-
nografía citada, con otros aportes que circuns-
criben y fijan esa raza y esa cuna del Gáucho.
Pero el Sr. Lehmann agrega que la parti-
cularidad de que desde Rio Grande hasta el Pla-
ta sea popular el vocablo, « desde luego hace
pensar en su llegada con los peninsulares ibéri-
cos » Sin embargo, no está en la intención
del articulista donarle la etimolojía a esos « pe-
ninsulares ibéricos» (curiosa manera de citara
los portugueses) sino a los jitanos - hispanos, y
entramos en lo interesante de este capricho filo-
lójico.
7 -
Dice que esos jitanos son oriundos del Indos-
tan y hablan una lengua indo -europea ; que se
extendieron por Hungría, Bohemia, en fin, por
los Balkanes; que llegaron a Hispania donde se
hicieron sedentarios. Esa es una de las muchas
versiones sobre los misteriosos jitanos - europeos.
Los jitanos - hispanos son oriundos de Berbería
y sus adyacencias, donde todavía ambulan las
kabilas que se evocan projenitoras de esa tribu
aclimatada en Andalucía; chusma de zoco, de
barraganería y de haraganería, de ahí lo de
«sedentaria al llegar a Hispania», de donde nun-
ca salieron, limitándose a excursionar dentro de
su territorio, pues para el agua son como el
gato : ni sobre sí ni sobre ella.
Vieja hipótesis hispana les atribuye proce-
dencia de Ejipto, por suponer que de « ejipciano »
. . . « jitano » . . .
Las tribus nómades que jiran por el mundo
son llamadas «jitanas» jenéricamente, en algunas
partes, pero no en el Plata, donde las llamamos
«bohemias», por que lo son, y el vocablo englo-
ba a zíngaros y húngaros. Hablan jergas bal-
kánicas o muy semejantes.
El jitano - hispano revela su innegable ori-
jen moro en su aspecto físico, en su carácter y
costumbres, en sus cacharpas, en sus cantos y
bailes, y, sobre todo, en su lenguaje y fonética;
sus exclamaciones y pregones, su picardía, su
egoismo y hermetismo racial, son morunos pu-
— 8 —
ros. Su jerga morisco -andaluza se ha introdu-
cido fácilmente en el argot madrileño, pues la
jitanería es orillera. r)
« Caló » es el equivalente hispano del fran-
cesismo «argot» y no el « idioma jitano », co-
mo anota el articulista, que sin duda lo ha vis-
to en el diccionario de los castellanos y lo ha
creído; tampoco es vocabulario de delincuentes,
como suponen otros. « Caló » es mezcla de las
jergas popular, lunfarda y jitana, usada por los
pueblos madrileño y andaluz ; el vocablo es sin
duda derivado de la común apreciación popular
en fonética árabe: «jabla ’e da caló!» (habla
que da calor ! ), en modo admirativo por el que
se expresa en argot con gracia y facilidad. Y
como la jitanería es básica en lo flamenco y
lo chulapo, « caló » ha podido también llamar-
se al lenguaje del jitano en sus vocablos po-
pularizados, mas no en los de la tribu, que
es léxico difícil y solo en ella se habla y se en-
tiende.
Las dos o tres voces de « caló » que circu-
lan en el Plata, se deben al jénero teatral 11a- (*)
(*) Es nuestro asesor en jitanería el Sr. Habano, hispano,
autor de la « Historia de los jitanos, su orijen, costumbres,
idioma, etc. ». Pabanó vivió mas de 30 años en contacto
con esa tribu, por lo que puede concederse amplio crédito a
su publicación, pues es fama que el jitano, nunca, por ningún
precio, dió a nadie directamente informes sobre su raza.
— 9 —
mado «zarzuela chica», que en todas sus evolu-
ciones mantuvo en su escena representantes del
orillerismo madrileño - andaluz, y que por varios
años, hace ya tiempo, estuvo en pleno jitanismo
con obritas toreras y flamencas o chulas, que
pusieron en voga algunos modismos, de los que
apenas han quedado «curdela» y «guita», que
junto con « chamuyo » cita el Sr. Lehmann.
« Curdela » deriva del jitanismo « curda »
( borracho y borrachera ).
« Chamullo » figura impreso en el lunfardo
o lenguaje de los delincuentes madrileños, pero
no usaron ese modismo las zarzuelitas chulapas,
sino « palique »; ni lo hemos oido en privado a
sus cómicos ; fue sin duda un vocablo transitorio,
caso muy común en el pueblo ; se trata pues de
una rara coincidencia. n
Nuestro « chamuyo » deriva del jenovesismo
« chamíu » (moquillo). Cuando un perro o una
gallina son atacados por esa enfermedad de las
vias respiratorias, se les oye gangosear conti-
nuamente, y dice nuestro ligur : « u ga o cha-
míu » (tiene moquillo), frase que él o mas pro-
<*) Es muy reciente la introducción en nuestro malevaje de
otras voces del «caló», como «afanar» y «choro», debido a
la invasión que ha sufrido el Plata de profesionales de la de-
lincuencia, desde que se exije documentación para desembar-
car. Interrogados alguno de ellos sobre el vocablo « chamu-
yo », lo conecptúun de nuestro orillero.
-10 -
bablemente sus hijos, aplicaron a todo solista o
charlatán, y especialmente a los enamorados
muy prendidos de la oreja de su interesada o
muy empeñados en convencerla.
El vocablo alterado por la pronunciación
criolla sonó «chamuio», y forzosamente «cha-
muyo», equivalente popular de «charla».
La coincidencia que anotamos es evidente,
pero la procedencia criollo -jenovesa está por
sobre toda otra por muy coincidente que sea.
Pudo el vocablo haber sido llevado del Plata al
pueblo y arrabal madrileño y andaluz; nada
mas natural ; ellos todavían conservan voces del
negro africano de nuestra colonia , que hoy creen
localismos netos y clásicos.
Los jitanos tienen varios vocablos equiva-
lentes de « charlar »: « acarabear », « chirlar », etc.
El argot andaluz - madrileño posee también
su sinónimo, que ya citamos, « palique »; tuvo
su época en el Plata, y era común en el voca-
bulario zarzuelero ; tan popular se hizo, que los
hispanos agregados a las redacciones de la pren-
sa rioplatense, lograron hacer implantar en va-
rios diarios y revistas una sección « paliques ».
Del mismo argot es « guita » ( dinero ). Los
jitanos al dinero le llaman única 3" exclusiva-
mente «parné», voz muy usada en las piecitas
teatrales flamencas.
La cita que hace el Sr, Lehmann de unos
versos aplicados a un jitano, está equivocada;
- 11 -
son precisamente de la zarzuelita torera « Cara-
melo», famosa en su hora, y los cantaba con
gracia especial Lola Millanes:
« Me echaron el agua,
que estaba bendita,
la sal en la boca,
soltaron la guita»...
En este caso el vocablo indica « dinero »,
pero cuando los abuelos (otra cita del Sr. Leh-
mann ) cantaban :
« Para pescar un hombre
se necesita
una caña muy larga
con una guita»,
indicaba tan solo la cuerda o piolin de la caña,
y esa es su verdadera vieja acepción; el mismo
diccionario de los castellanos, real y académico,
que nunca tuvo inconveniente en surtirse de lun-
fardo y jitano, desde su primera edición, (#) con
desmedro de su lema de « limpieza y esplendor »,
la consignó hasta la penúltima edición (14< a ,
año 1914), en la que recien le agregó la nueva
acepción «dinero», aplicada por los madrileños.
Y llegamos a la parte donde el Sr. Leh-
mann aborda la supuesta etimolojía jitano -ibé-
rica, diciéndonos de sopetón : « a los vocablos de
orijen jitano pertenece también gaucho ».
<*) Nuestros gratuitos castellanizantes no tienen en cuenta
tan sujerente hecho, cuando nos hacen la ironía de suponer
al lunfardo < idioma nacional >.
— 12 —
Ha tentado al etimólogo la voz «gachó»,
así como a otros tentó «gauderio»; por espejis-
mo alfabético, ( GAUcho - GAUderio; GAuCHO -
GACHÓ), pues carecen de lójica, en absoluto,
ambas suposiciones.
Acto continuo el Sr. Lehmann desautoriza su
versión, mal aconsejado por la ignorancia de su
asesor, que le hace decirnos que el madrileñismo
«gachó» es mote despectivo que el jitano apli-
ca al extranjero ¿Cómo ha podido nuestro
procer ser bautizado con un vocablo jitano y
tachado de extranjero eti su propia tierra, con
la intervención del portugués que no conoció el
« caló »?
« Gachó » no ha sido nunca sinónimo de « ex-
tranjero » en el habla del jitano, quien por su
vida sedentaria muy poco sabe de extranjeris-
mo y no tiene equivalente en su jerga para de-
signarlo; solo tiene para «extraño», (y para él
lo es todo el que no sea de los suyos), al que
llama « busnó » o «busné», y también, aun con
no ser vocablo suyo, « gachó » y « gachí » al his-
pano que no es de su casta.
«Gachó» es voz del argot madrileño - anda-
luz, y quiere decir « compadrito » o « compa-
drón ». Es emulación del jitanismo «gaché»
(amante o concubino).
Para probar la supuesta jenofobia jitana,
toma el Sr. Lehmann de unos versos de Fabian
de Castro: «jitanillas con gaché (no ha puesto
— 13 —
«gachó») es sangre en contra la ley», y pre-
tende que en eso se repudia un mestizaje ; no es
tal cosa: «Jitanillas con gaché» son mujeres
con amante, lo que es contra la ley moral, y
eso «no lo admitía el rey» pero sí el jitano,
por lo tanto ni siquiera hay repudio en esa cita.
Apesar de su extensa divagación, el articu-
lista no se anima a convertir «gachó» en « gau-
cho », pero le da ánimo para esa suerte de pres-
tidijitacion etimolójica, un vocablo muy parecido,
«gaudsho», que ha encontrado en cierto ama-
sijo lingüístico de un señor Rusel 1, quien ha reu-
nido « de una sentada » todos los lunfardos eu-
ropeos, el turco inclusive, y le ha endosado a los
jitanos -iberos ese «gaudsho», que jamas pudo
figurar en su lenguaje, por su propia ortogra-
fía antes que nada, posiblemente de orijen bal-
kánico; pero, como lo que se necesita es proce-
dencia hispánica. . . o por lo menos ibérica. . . .
El Sr. Lehmann termina su extraña diser-
tación etimolójica con el socorrido andalucismo
del Gaucho, y dice que « su mentalidad, moda-
les y modismos en el habla» lo delatan Ni
en gáuchos carnavalescos se encontrarán esas
cualidades. Los andaluces de ese andalucismo
no se han embarcado todavía, ni mucho menos
los que andaluzaron a Buenos Aires, en tiem-
pos pasados, conforme al conocido supuesto de
nuestros líricos rutinarios cronistas.
— 14 -
E1 Sr. Lehmann no debe ignorar que en el
Gaucho todo es propio, suyo, autóctono : físico,
nombre, indumentaria, armas y su manejo, mo-
ral personal y cívica, valor temerario, maravi-
lloso instinto. Y no confundir: nos referimos al
GAUCHO, a nuestro cruzado, a nuestro caballe-
ro armado, y no al gaucho literario standardi-
sado en los paisanos contemporáneos Martin
Fierro y Juan Moreira.
En este error tropiezan todos ; no se les ocu-
rre relacionarse con el sujeto antes de ocuparse
de él ; juzgan a un ser épico y lejendario del
siglo xvm en una pulpería de fines del xix; y
luego, la inalterable desorientación de rebuscar
oríjenes en el hipotético legado del bucanero in-
vasor y del buhonero poblador, que casi nada
tenían y todo trajeron.
El idioma se presta singularmente a servir
de herencia , no computándole que carecía de es-
tructura definida cuando nuestro folklore prepa-
raba su «acervo», y que es una conquista del
nativo el que hemos conseguido hablar, adapta-
do y conformado mediante nuestra progresiva
cultura y nuestra espiritualidad nacional, inde-
pendiente; haciéndolo superior a sus oríjenes,
pues el idioma nacional de los países del Plata
es claro y conciso, armonioso, de suave \ r dulce
pronunciación. El ritmo y el injenio constructi-
vo en el lenguaje hablado 3' escrito, es nuestra
mas destacada y valiosa característica intelec-
— 15 —
tual. Los que nos castellanizan se imajinan que
somos vulgares fonógrafos, y se empeñan, furio-
sos, en aplicarnos sus arcaicos discos chirrian-
tes ; tendenciosamente.
Tenemos la mala costumbre de aceptar sin
análisis lo que se nos adjudica como de proce-
dencia europea, y de poner en duda lo evidente
nuestro; por eso a un orijen nativo cierto se le
exije mas comprobantes, juzgados siempre dudo-
sos, y un orijen europeo se inventa y se acepta
sin discutirlo ni en broma. (#)
El Sr. Costa Alvarez ha dispuesto de la pa-
ciencia necesaria para coleccionar etimolojías del
vocablo «gaucho», y entre ellas la nuestra que
<*) En estos momentos se produce un caso magnífico.
En París un ensayista acaba de publicar cierta monogra-
fía t destruyendo la leyenda de Colon », que recien oimos citar,
pues solo conocíamos el grotesco cuento del « descubrimiento,
dominación y colonización de la América latina ». Resulta don
Cristóbal un vulgar pirata y los que le acompañaban sabias
y cultísimas jentes Entre nosotros la noticia ha sido di-
fundida en pocas horas, dando por cierto todo lo que al en-
sayista se le haya ocurrido, preparándole injenuamente el ne-
gocio editorial que se trama con esa indudable treta de his-
toria « pour l’exportation ».
Si este simultaneo descubrimiento y destrucción de la « le-
yenda de Colon » lo firmara uno de nuestros profesores o pu-
blicistas de historia, bien documentado, todos se reirían de
< las macanas del loco Fulano >, aventura de imajinativa para
hacerse « el interesante » y ajenciarse notas encomiásticas y
títulos honoríficos de academias iberas.
— 16 —
derivamos del «huachu» guaraní- charrúa, y ob-
serva a su respecto que « está por averiguarse
si los charrúas hablaban guaraní», délo que no
es posible dudar un solo segundo, y olvida que
sin averiguarlo es incontestable que conquista-
dores y colonos no hablaban un idioma sino
una babel dialectal, todavía subsistente en su
península. Observa también el Sr. Costa Alva-
rez que « huachu » no figura en el vocabulario
de Montoya, y olvida que «gauderio» no figura
en el de los castellanos y es tiempo de verbo.
Es bien sabido y bien callado que el mayor
continjente extranjero poblador y dominante so-
cialmente en el Plata, desde la colonia y prime-
ras sociedades patricias, fue el judío - lusitano y
el moro- lusitano, sin embargo nadie nos ha des-
cubierto portuguesismos ; también es cierto que
para ello sería necesario fundar y organizar el
« luso - americanismo » con su « dia de la rasa».
Esta circunstancia ofrece a los futuros etimólo-
gos un filón inexplotado que puede aumentar
notablemente las historias y oríjenes de «gáu-
cho»; se basa nuestra advertencia en la sencilla
observación de que el patronímico de los pai-
sanos gauchadores, reales y ficticios, que la pu-
blicidad ha popularizado, es de procedencia por-
tuguesa: Moreira, Fierro, Luna, Vega, Laguna,
Barrientos, Cuello, Cruz, Jiménez, Contreras, etc.
— 17
En América el patronímico no prueba deter-
minada ascendencia, por circunstancias irrebati-
bles que no es del caso explicar en estas paji-
nas, pero como siempre se ha creído lo contra-
rio, hasta por nuestros mas graves y solemnes
etnólogos -sociólogos, aprovechen la rutina los
etimólogos, ya que el Sr. Lehmann ha dado el
primer paso con sus portugueses que introduje-
ron « gachó » por Rio Grande do Sul y lo con-
virtieron en «gaucho»
No puede llamarse « arjentinismos » a esos
vocablos incorporados al lenguaje orillero de
Buenos Aires y Montevideo, ni aun a los crea-
dos por los mismos nativos, que serían « porte-
ñismos» y « montevideanismos »; son voces «ori-
lleras rioplatenses », esto es lo exacto, pues solo
se utilizan en el pueblo y suburbio de esas ciu-
dades.
En las otras poblaciones de ambos países,
se informan de ese vocabulario mediante la li-
teratura costumbrista y orillera metropolitana,
que en ellas no tienen ambiente, aparte de pre-
ferir sus voces propias, lójica localista muy na-
tural.
Las mismas poblaciones del litoral no se
aficionan a él, salvo que se les instalen en el
suburbio delegados del de la capital.
-18 —
Eas voces orilleras y lunfardas nada tienen
que ver, ni guardan relación alguna, con el len-
guaje nacional Rioplatense.
En las campañas aijentina y uruguaya se
ignora la existencia de ese argot.
VOCABLOS
DE QUE SE DA RAZON
EN ESTE FOLLETO
Acarabear, JO
Afanar, 9
Argot, 8
Bohemios, 7
Busnó, 12
Caló, 8
Chamuyo, 9
Chirlar, 10
Choro, 9
Curda, 9
Curdela. 9
Gaché, 12
Gachó, 12
Gáuclio, 15
Guita, 10
Palique, 9-10
Parné, 10
PRECIO DE ESTE FOLLETO
( hasta la aparición <>el N.° 2 )
60 cts. ra/arg.
30 » m/urug.
i CASA FDITOFA
' IMPRENTA ARGENTINA '
i DEAN FUNES 153 j
^ „ CORDOBA
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